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No habrá comparaciones si no se discrimina

 

Este artículo lo escribimos conjuntamente mis amigos y compañeros en Argituz Sabino Ormazábal, Jon Landa y yo (recientemente Jon ha asumido responsabilidades al frente de la Cátedra de Derechos Humanos y Poderes Públicos en la Universidad del País Vasco que hacen incompatible un activismo en ninguna ONG de derechos humanos con esa labor, por lo que ya no le tenemos entre nosotros en la asociación. Eso no impide evidentemente que de vez en cuando acudamos a él para consultarle alguna cuestión relativa a derechos humanos y, cómo no, compartir un café…

Este artículo fue escrito en reacción a determinadas declaraciones y actitudes que negaban -y en algunos casos aún niegan- la condición de víctima a víctimas de violaciones de derechos humanos a manos de funcionarios encargados de hacer cumplir la ley en el contexto vasco. Por ello, aunque este artículo sea de noviembre de 2015, sigue siendo de actualidad…

«Con el paso del tiempo se va confirmando que George Orwell era un genio y un visionario. En su maravillosa sátira de la revolución soviética “Rebelión en la Granja” describió cómo la norma de que “Todos los animales son iguales” acaba convirtiéndose, nadie sabe muy bien cómo, en “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.

Resulta que Orwell está vivo, goza de buena salud, y –al parecer- vive en el País Vasco

Son muchos los tópicos a desterrar por tratar frívolamente asuntos de derechos humanos y, a la postre, por atentar contra ellos. Uno de los más manidos últimamente es que no se pueden equiparar, porque no son equiparables, las víctimas de ETA con otras víctimas. Al parecer, al reconocer que hay otras víctimas, se legitima el terrorismo. Pero reconocer a otras víctimas es, en realidad, cumplir con obligaciones marcadas en diversos tratados internacionales de derechos humanos; y si a algo o a alguien legitima el cumplimiento de esos tratados, es al Estado de Derecho, no al terrorismo. Parece como si el verbo equiparar fuera aquel tótem que se saca a colación cuando se teme que se va a hacer algún mal, como cuando uno se pone la venda antes de la herida.

Y es que ni existe tal venda ni hay tal herida, precisamente porque el derecho internacional establece que toda víctima de una vulneración de los derechos humanos tiene derecho a verdad, justicia y reparación; y resulta evidente que tales medidas han de ajustarse a cada víctima y sus circunstancias. Es más, los Principios y directrices básicos de Naciones Unidas sobre el derecho de las víctimas de violaciones manifiestas de derechos humanos es claro y diáfano: todo lo relativo a la verdad, la justicia y la reparación, se ajustará sin excepción a las normas internacionales de derechos humanos y al derecho internacional humanitario, sin discriminación de ninguna clase ni por ningún motivo. Repetimos por si no se entiende: sin discriminación de ninguna clase ni por ningún motivo. Sin excepciones.

No se entiende, por tanto, el manido argumento de la equiparación, a menos que se pretenda justificar el status quo donde sistemáticamente no se reconocen determinados derechos de determinadas víctimas, o lo que sería aún peor, que se esté intentando parafrasear a George Orwell afirmando que todas las víctimas son iguales pero algunas víctimas son más iguales que otras.

Se ha llegado a reforzar los tópicos diciendo que no cabe reconocer, por ejemplo, la existencia de víctimas de tortura en Euskadi, ya que no hay un problema de justificación de esta práctica, pues nadie ha organizado manifestaciones a favor de la tortura; mientras que sí ha habido manifestaciones a favor de ETA, y por tanto hay un problema de que se ha justificado la existencia de ETA. No sabemos si con esto se trata de rizar el rizo o mezclar churras con merinas. El derecho internacional no establece algún tipo de restricción al reconocimiento de un modelo de víctima en función de posibles manifestaciones –conexas o no– ni siquiera si éstas son en favor de los victimarios de otras víctimas. Y luego se intenta difuminar el calado del drama de una víctima diciendo que “a este paso, va a ser necesario reconocer que una víctima de una violación sexual también es una víctima, y las víctimas de violencia doméstica también son víctimas. Todo el mundo es víctima”. Esto lo ha llegado a afirmar públicamente un representante político.

Se afirma que se trata de fenómenos distintos, que se corre el riesgo de diluir las responsabilidades al poner más de un grupo de perpetradores o victimarios y no solo a ETA. Se afirma también que puede llevar a una actitud de contemporización con la violencia, que determinadas conculcaciones no pueden utilizarse para justificar o comprender el terrorismo de ETA

Bueno, eso dependerá de si se hacen las cosas bien o se hacen mal. Evidentemente distintos tipos de perpetradores llevan detrás de sí distintas motivaciones, distintas ideologías y distintas circunstancias. Eso debe ser parte del relato que describa los hechos como parte de las diferentes memorias que van a convivir, se quiera o no, en el País Vasco. La verdad oficial podrá ser la que sea, y la percepción de la verdad por la sociedad puede ser muy distinta. Cuanto menor sea la diferencia entre la verdad oficial y la verdad social, mayor y mejor será la calidad de la primera. Y no debemos olvidar que detrás de la memoria vendrá la historia, que con el paso de los años se hará más imparcial, más aséptica y en definitiva, más científica. Todo intento de elaborar una historia oficial –que no una memoria oficial, préstese buena atención al matiz- nos llevaría a una situación incompatible con una democracia real y efectiva. Es como si volviéramos a los tiempos en que la historia oficial soviética borraba a determinados personajes de su historia de las fotos y de los registros. O confirmaría la buena salud de Orwell, que en el capítulo tercero de su insuperable distopía «1984” afirmó que “Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro”.

Precisamente por eso tampoco se puede hacer de esa tarea un coto privado de los historiadores. En materia de memoria histórica, eso es precisamente el argumento que sostiene en España el Tribunal Supremo. Que las violaciones de derechos humanos del franquismo es terreno exclusivo de los historiadores. Eso precisamente es lo que ha merecido la condena de varios estamentos internacionales. Eso es precisamente lo que ha hecho que España sea, detrás de Camboya, el país que más desapariciones tiene sin esclarecer. Hay que ser coherentes, no se puede afirmar que en materia de memoria histórica se hacen las cosas mal y pretender aplicar exactamente el mismo remedio a las gravísimas conculcaciones de derechos humanos ocurridas en el País Vasco».

Andrés Krakenberger, Sabino Ormazábal y Jon Landa, Asociación Pro Derechos Humanos Argituz

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