Publicar chistes en Twitter te puede suponer una condena penal en España
Pues sí, publicar chistes en Twitter te puede suponer una condena penal en España en pleno siglo XXI.
Casualmente, allá por diciembre de 2008, en el curso del entonces llamado «Caso Mitrofan», en el que se pretendía castigar, por la vía penal, a tres humoristas que habían cometido el enorme crimen de hablar de la Corona en el entonces suplemento de humor de DEIA «Caduca Hoy», escribí una carta al director de ese medio. Podéis ver esa carta aquí.
Hoy en Madrid, la Audiencia Nacional ha condenado a un año de prisión a Cassandra, una joven twittera (@kira_95 en twitter), por haber cometido el inimaginable crimen de haber twitteado chistes sobre Carrero Blanco. Sé positivamente que mis amigos lectores de allende las fronteras de este país no se lo van a creer. ¡¿Condenar a cárcel por unos chistes en Twitter?! Pues me temo que es real. Se puede comprobar aquí y en cualquier otro medio de comunicación de este país. Por malos que fueran dichos chistes -y uso la palabra «malos» en este contexto como sinónimos de no graciosos o faltos de ingenio- no se puede condenar a nadie. Se podría pensar que estamos en un régimen dictatorial de los duros.
Me consta que en la Alemania nazi un chiste contado sin el debido cuidado te podía hacer aterrizar en un campo de concentración. Igualito que hoy en día en Corea del Norte. Afortunadamente, en este caso, Cassandra no va a acabar con sus huesos en un campo de concentración, pero en pleno siglo XXI, en un régimen que se pretende democrático no deja de llamar poderosamente la atención tal sentencia. Al ser la condena de menos de dos años y al no haber antecedentes penales esa condena no se va a traducir en una estancia en la cárcel. Pero es del todo desproporcionada e inaceptable y sus consecuencias no son precisamente baladíes como escribe la propia Cassandra en su cuenta de Twitter.
Ya en mi carta al director de DEIA en 2008 -no ha llovido ni nada desde entonces- escribí lo siguiente:
«Se ha argüido que el humor acaba donde empieza el mal gusto. Puede que sea así, pero no se puede condenar a nadie por tener mal gusto. Como mucho se podrá discrepar e incluso compadecer, ¿pero condenar? ¿Judicialmente además? Además, ¿quién es el guapo que establece la frontera entre el humor y lo que él opine que es mal gusto?
No soy tan viejo pero sí llevo los suficientes años de vida para haber comprado y leído con regularidad en su día la revista Hermano Lobo, aquella maravilla que fue la heredera de La Codorniz de 1972 a 1976. Hermano Lobo siempre acababa en su última página con las siguientes preguntas y respuestas: “¿Para cuándo la democracia en España?”, “¿para cuándo el final de la censura?”, “¿para cuándo la amnistía?”. La réplica siempre fue la misma: “Para el año que viene, si Dios quiere”. ¿Seguirán vigentes las preguntas de Hermano Lobo? O lo que es peor, ¿seguirá vigente la respuesta?»
Mucho me temo que mi carta de 2008 sigue vigente. Y lo que es mucho peor: las preguntas de Hermano Lobo también.